Ayer en Santander se
gritaba que nuestros abuelos son lo primero. Cuánta razón. Son
ellos, y sus padres, los que lucharon en un mundo difícil, por
darnos un mundo mejor a nosotros. Muchos, pusieron su vida, con la
generosidad de quien reivindica sabiendo que los cambios importantes
son lentos, y que suelen durar más que una vida. Muchos sabían que
no verían cumplido aquello por lo que luchaban. Y sin embargo lo
hicieron.
Por más que
pienso no encuentro una razón para entender por qué. Por qué si
podemos rescatar bancos y construir teleféricos no podemos respetar
los cimientos que nos mantienen de pie.
La residencia pública de
La Pereda amanecía el pasado lunes 7 de mayo con la noticia del
inminente cierre y el desalojo de todos los residentes y su
reubicación en los centros de Cueto y Laredo. El motivo que alega
el gobierno es que La Pereda no reúne las condiciones de seguridad.
Y sin embargo no se conoce ningún informe que lo avale.
En el momento en que La
Pereda abrió sus puertas, al gobierno del PP le pareció un solar y
un edificio fantástico para convertirse en una residencia de
mayores. Y sin embargo hoy les parece un solar y un edificio
fantástico para sacar unos cuantos euros.
En 2011, los colores y
las banderas eran otras, pero parecía que el edificio seguía siendo
seguro y habitable, porque se invirtieron 3,5 millones de euros de
los fondos europeos destinados a tal fin. Se rehabilitaron 2 plantas
de la residencia, y se adaptaron habitaciones y servicios para los
más dependientes. En 2011 ya estábamos metidos hasta las rodillas
en la crisis que ahora nos ahoga. Y sin embargo se gastaron 6000
euros en cada ventana.
Los trabajadores viven
desde hace una semana sabiendo que su puesto de trabajo tiene los
días contados y los más afortunados con la incertidumbre de no
saber dónde ni cómo trabajarán mañana. Los residentes, o abuelos
que es como ellos los llaman cariñosamente, se han visto envueltos
en un ajetreo para el que no estaban preparados. Al igual que yo, no
entienden por qué les van a sacar de su casa, en la que muchos
llevan años viviendo, y disfrutando. Ellos ya han luchado, sufrido y
llorado bastante, ahora les tocaba descansar. Y sin embargo ni eso se
les concede.
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